Fue allá por 1968, a los ocho años de edad, cuando escribí mi carta a sus
majestades los Reyes Magos, en esa época todavía creíamos en ellos con esa
edad, cuando al levantarme por la mañana, vi algo extraño que no había pedido
en ningún momento. Una pequeña caja con una figura, vestida de zapador de
montaña o escalador, todavía no lo sé, con su traje marrón, su gorra verde y
una cuerdecita y un pico. Al principio no le hice mucho caso, ahí delante mío, tenía
un bidón de troncos de un juego cuyo nombre ni recuerdo, que era para hacer
casas de madera, justo lo que yo había pedido. Construí y construí, y aquellas
fenomenales casas de madera tuvieron forma, y precisamente al acabarlas me
acorde de aquella figura de la cajita, y pensé porque no hacerlo el dueño de la
casa. Ahí empezó todo, le construí muebles, montañas en el sofá, y un sin fin
de artilugios propios de la imaginación, para que aquel mi primer madelman,
viviera increíbles aventuras.
Ya no hubo marcha atrás, primero necesitaba un compañero, luego un enemigo,
luego un jefe, y así cada cumpleaños, regalo de comunión, santo, buenas
notas, papánoel, reyes o fiestas de guardar, mi petición era siempre la misma,
regalarme un Madelman, porque "Los Madelman lo pueden todo".
Hubieron guerras, aventuras en el mar, en el desierto, todo valía para mi imaginación
y para mis madelman, les fabrique casas, bares, colmados, tanques, submarinos,
portaviones, les tire bombas, los hice campeones, deseaba llegar a casa después
del cole, ver los payasos de la tele, y dejar volar mi imaginación acompañado
de mis pequeños amigos.
Con ellos aprendí a construir, a destruir, a volver a construir, con ellos vivía
mil y una aventuras, representaba cual obra de teatro, aquellos libros que leía,
piratas, bandidos, hasta curro Jiménez, o bonanza, les hacia sombreros, trajes,
espadas, aprendí a vivir esas aventuras sin salir de casa.
Pasaron los años y fui creciendo, pero guarde aquellas reliquias como oro en
paño, a día de hoy seguí comprando, customizando, construyendo, y así cual faraón,
cuando muera puede que los entierre conmigo, porque fueron reflejo de una niñez
y una juventud, donde más que un juguete fueron un compañero.
Ahora con 54 años soy un friki coleccionista, originales, Suarez, altaya,
popular, customizados, aun a día de hoy les sigo construyendo, elaborando, haciéndoles
dioramas, vendiendo y comprando, porque en este mundo de frikis, somos muchos
los que crecimos con ellos, los que vivimos esa época de dictadura, donde como decía
aquella vieja Tele, "Los madelman lo pueden todo".
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